Un cilindro delgado de plástico fundido, que se conoce como macarrón, sale por el cabezal de la extrusora y cae verticalmente entre los lados del molde abierto. Este macarrón tiene una carga electrostática elevada que hace que tienda a doblarse y que lo atraiga el molde metálico, que está puesto a tierra. Esta circunstancia provoca problemas de calidad en las botellas sopladas. Cuando se utilizan varios cabezales de extrusión, los diferentes macarrones están cargados con electricidad estática de la misma polaridad, por lo que se repelen mutuamente, dando lugar a piezas inválidas. Las barras antielectrostáticas resistentes a las altas temperaturas garantizan la eliminación de las cargas estáticas y, con ello, la supresión de los fallos de producción y las paradas en la máquina que se deben a los efectos negativos de la electricidad estática.
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